miércoles, 16 de enero de 2013

Lazos que liberan...


Soltar, para crecer... 


La vida suele ser un constante aprender agarrar y soltar; desde el primer instante en que aferrados al vientre de nuestra Madre, nos toca reventar el cordón umbilical, para poder nacer. Duele pero se hace necesario soltar para crecer.

Abrazamos el oso o la muñeca para no tener miedo al dormir; apretamos con fuerza la mano de papá o mamá para que nada malo nos vaya a pasar; hacemos de nuestros amigos y amigas cómplices indispensables de los que nunca nos queremos alejar… pero tarde que temprano es necesario soltar, para continuar el camino y seguir cultivando en cada paso que damos, la amistad.

Pero quizás lo más doloroso de soltar es a la persona que más hemos sabido amar, esa con la que soñamos un día, el resto de nuestra vida pasar. A veces agarramos tan fuertemente algo, que no se nos escapó antes por tenerlo amarrado, y en ese desgaste de fuerzas por no querer perderlo, tal vez en el fondo nunca lo tuvimos, no fue real y mucho menos fue nuestro.

Si al soltar nos damos cuenta que el sentimiento y la persona siguen ahí, es porque no es necesario atar ni obligar; los lazos que los unen aunque no se ven, son fuertes y maduros y nada ni nadie los podrá quebrantar. Por eso abre tu mano, suelta y date cuenta que tal vez desgastaste tus fuerzas en vano porque no tenías nada agarrado; por eso experimentabas vacío y soledad en aquello que creías poseer y pensaste todo el tiempo, era de verdad.


Es difícil y nos hace llorar el aprender a soltar; es un proceso que no solo nos hace crecer y madurar; sino que es necesario para sanar y estar seguro de los sentimientos reales y las personas que por siempre a nuestro lado han estado y estarán.

Nos llena de temor la decisión de soltar lo que más amamos y por siempre queremos conservar; a veces preferimos aferrarnos a ello, aunque en el fondo exista el miedo de no tener nada agarrado, solo la ilusión de un sentimiento que añoramos, que quizás alguna vez existió, pero que con el tiempo y la distancia o tal vez por la rutina se deterioró, y nos es muy doloroso aceptar que no existe, por eso apretamos con fuerza nuestras manos para no soltar y darnos cuenta que ya no existe más.

No podemos vivir apegados o aferrados, la vida es un constante soltar y dejar en libertad… de este modo lo que es real es lo que siempre permanecerá.




No hay comentarios:

Publicar un comentario